Deserción escolar en la Argentina

Cada vez son más los chicos que abandonan la escuela. Los números sugieren que algo hay que hacer para cambiar la situación actual.

Según estadísticas oficiales del DiNIECE (Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa), el abandono interanual en la escuela media, es del 8,54% en los primeros años y del 19,79% en los últimos tres. Con lo cual se observa que casi el 20% de los jóvenes abandonan sus estudios. Pero ¿a qué se deben estas alarmantes cifras? En primera instancia se encuentra el factor socio-económico, muchos chicos tienen la necesidad de salir a trabajar. Alejandra Santamónica, Profesora de Química, explica: “En los estratos sociales más bajos, está el chico que necesita plata, y se va a trabajar porque no lo pueden mantener”. Otros viven muy lejos del establecimiento educativo, con lo que se les hace imposible acceder a éste, los ejemplos más claros se ven en las zonas rurales de nuestro país. Un porcentaje no puede estudiar por falta de recursos, por más que el joven no salga a trabajar, a sus padres se les hace difícil pagarle los estudios. Como factor meramente cultural, se encuentra la falta de fomento de la educación. “Ahora es mejor tener un poco más de dinero o vestirse con ropa de marca que seguir la escuela”, añade la Profesora. También hay chicas que abandonan los estudios porque quedan embarazadas. Otros chicos dejan porque repiten varias veces el mismo año, y se les hace más fácil no volver a la escuela que seguir intentándolo, sea por vergüenza, falta de ganas o de apoyo familiar. Por otro lado, se encuentran los adolescentes que consumen drogas. En este caso particular, prefieren renunciar a los estudios para seguir drogándose. Ante la adicción, salen a trabajar (en el mejor de los casos), para costearse los gastos. Frente a esta perspectiva, hallamos infinitas causas, una es el caso de Marisa Juárez (19): “dejé la escuela porque no me daban ganas de ir, mi vieja trabajaba todo el día, asíque ni cuenta se daba si iba o no. Así seguí todo el año, hasta que repetí. Ahí le dije, y como pensó que no valía la pena darme plata para estudiar, me mandó a trabajar”.

Del otro lado de la vereda, está la escuela, que muchas veces no supo adaptarse a los cambios necesarios para retener a los chicos. Sin embargo, como explica Santamónica, muchos jóvenes no dejan de asistir a clase, justamente por la contención emocional brindada por los profesores, que no encuentran en la casa.
Como primera medida, hay que concientizar tanto a padres como hijos de que la educación (primaria y secundaria) es básica para un ascenso social y para lograr una calidad de empleo digna. No obstante, pese a la creencia en este modelo, muchas veces es muy difícil que el joven siga estudiando, porque en la casa tal vez falta incluso para comer. Ante esta perspectiva es necesaria la intervención del Estado que garantice las condiciones de vida necesarias, no sólo becas, sino generar un criterio de identificación del alumno con el establecimiento educativo, y trabajo para los padres, de modo que no sea necesidad primordial del chico, el ir a trabajar.

Por Gisela Caminos.



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